En realidad muy pocos de los que usan marcador tienen ya las tablas o estudios suficientes para aventarse a grafittear en las calles, en realidad lo usan como un atajo precisamente para darle la vuelta a sus propias ineficiencias y dichos vicios son un cáncer para el medio y más fáciles de percibir en un artista que ha avanzado sólo en el uso de rotuladores, porque cuando dibuja con plumilla no tiene esa cantidad ilimitada de tinta, hay que recargar y esto es injusto, la plumilla no miente, ahí y en su trabajo, se ven las verdaderas capacidades de cada quién.
Y para hacerlo más difícil, a mí me gusta poner el bote de tinta cerca de la esquina del restirador y hacerlo retumbar oyendo reggaeton a todo volumen.
A veces, con alguno de mis discípulos he llegado a tirarle la tinta de un codazo en su cartón y decirle ¿Qué vas a hacer? no hay undo. Si no llora es que ya está listo. Si llora hay que hacerlo llorar más.
Y a pesar de lo duras que sean mis críticas a mis discípulos, no me mueve el revanchismo ni me domina el odio o la viceralidad, muchas veces me da risa la cantidad de cosas y circunstancias ridículas y deshubicaciones que presenciamos y por ello tanta insistencia en repetir ciertas cosas, no dirigidas a quienes critico, porque sé que no les interesa, sino para quienes pueden estar alrededor y requieren de una opinión complementaria para entender ciertos puntos (?).
Así pues, si repito y repito la misma cantaleta una y otra vez no es para ustedes, no creyentes, es porque me da miedo que se me vayan mis Cowabungos si ven que mi discurso se desbarata. Aunque afortunadamente algunos ya a estas alturas no tienen con quién ir.
¡Échense esta plumilla!